Rivaldo: "Esto es un paraíso"


(FIFA.com) Lunes 21 de marzo de 2011
Su espléndida forma a los 39 años en medio del ajetreo del fútbol brasileño, el respeto de Zinedine Zidane, las exhibiciones de gala en Europa que parecerían inimaginables para un chaval pobre de Pernambuco, la decepción y la gloria en una final de la Copa Mundial de la FIFA… Cuando uno se sienta a entrevistar a un campeón como Rivaldo, no escasean los temas de conversación. No te pierdas todo lo que el astro nos contó en su entrevista en exclusiva para FIFA.com.

Sr. Rivaldo, ¿qué puede decir de su regreso al fútbol brasileño después de tanto tiempo?
Está siendo magnífico. Claro que aún tengo que acostumbrarme a algunas cosas, porque he estado 14 años fuera: dos sesiones de entrenamiento, más concentración… En cuanto al Sao Paulo, nunca había jugado en un club con una estructura como esta. Es imposible no entrenar bien. Esto es un paraíso.

¿Cuál es su principal desafío esta temporada?
Todo en la vida es un desafío, y ese desafío para mí crece mucho más por la edad. La gente te mira diferente, duda de si puedes jugar los 90 minutos. Los jugadores nos cansamos. Es obvio que no soy un superhombre, que me voy a cansar, es normal. Pero en cuanto pasan 15 ó 20 minutos del segundo tiempo todo el mundo me empieza a mirar. A veces me sustituyen por una decisión normal, táctica, pero muchos dicen que es porque me cansé. No siempre es así. Aquí asisto a todos los entrenamientos, por la mañana y por la tarde, para prepararme bien. Si entrenas con el grupo, estás en condiciones de jugar los 90 minutos. No escatimo esfuerzos por tener 39 años. Existe ese prejuicio respecto a los futbolistas. Es un pelín molesto.

¿Y los adversarios? Hace poco veíamos cómo Ronaldo sufría un fuerte asedio en el campo. ¿Le ha sucedido lo mismo a usted?
Los adversarios quieren intercambiar la camiseta al final del partido. Hay jugadores que me dicen que fui el mejor del campeonato y me dan moral dentro del campo, pero se afanan por hacer bien su trabajo; me dan las gracias y echan a correr detrás de mí, porque no hay tiempo para conversar, ¿no? Son estupendos. A veces me toca un jugador que me está marcando duro y me pide disculpas: "Es que el entrenador me ha mandado pegarme a ti y ser tu sombra, porque sabe que juegas mucho". Y yo le digo que me parece bien, que haga su trabajo.

Usted siempre ha sido muy cauteloso en su relación con el público. ¿Cómo le ha resultado entonces lidiar con toda la atención que está suscitando?
Lo voy sobrellevando. Soy una persona tranquila, tímida; no me gusta mucho ser el centro de atención. Lo que me gusta es hacer mi trabajo. Me gustan más este tipo de entrevistas reservadas. Pero incluso lo estoy haciendo bien en las públicas: ya me han hecho unas cuantas y todo ha salido bien (ríe). Creo que en este sentido me ha ayudado ser el presidente del Mogi Mirim, porque he tenido que actuar como portavoz del club. Pero no me gusta mucho salir por televisión. No quiero enterarme de lo que hablan de mí. A mí lo que me gusta es jugar.

Cuando comenzó su carrera en el Santa Cruz, en 1991, ¿imaginó que podría llegar tan lejos?
Creo que una cosa así nadie se la imagina. Cuando jugaba en el Santa Cruz, mi sueño era ser profesional. Aunque jugué muchos partidos con el primer equipo del Santa Cruz, no firmé mi primer contrato hasta que llegué al Mogi Mirim. En el Mogi estuve un año y cuatro meses, y de repente se me abrieron las puertas: fui al Corinthians, asustado al principio, pero al cabo de un rato te acostumbras. Allí empecé a ver que las cosas no se iban a quedar solo en el Corinthians o en el Palmeiras; me di cuenta de que podía ir más lejos. Luego fui a La Coruña, tuve un periodo de adaptación, y me volví a percatar de que podía hacer más. En 2006 fui considerado como uno de los mejores extranjeros en España, por detrás de Ronaldo. Hice 21 goles frente a los 34 de Ronaldo en el Barcelona. Estuve en La Coruña solo un año y después me ficharon en el Barcelona para reemplazar a Ronaldo. Sentí mucha presión, pero yo siempre me decía: "No, Ronaldo es Ronaldo y Rivaldo es Rivaldo. Tengo que hacerme querer por mi modo de jugar". Yo no era delantero; yo soy mediocampista. Por eso él hizo 34 goles y yo 21. Poco a poco las cosas fueron mejorando, los balones fueron entrando y atisbé que podía convertirme en ídolo del Barcelona, que podía llegar a ser el mejor del mundo. Los acontecimientos me fueron dando la razón.

¿Qué momento cree que fue el más decisivo para el desarrollo de su carrera?
Mi vida cambió cuando marqué aquel gol desde el centro del campo contra el Noroeste. Si no me equivoco, fue el 18 de abril de 1993. Al día siguiente, los periódicos solo hablaban de Rivaldo y del gol que Pelé no había podido hacer. Es decir, a punto de cumplir 21 años me estaban comparando con Pelé. El fútbol a veces es un detalle, y ese detalle marcó mi vida. Fue lo que me abrió las puertas.

¿Cuál cree que fue su mejor partido?
¿Puedo elegir varios? La ida de la final del campeonato brasileño de 1994, que jugué con el Palmeiras contra el Corinthians, y que ganamos por 3-1. El partido con el Barcelona contra el Valencia en 2001, en el que hice tres goles, uno de ellos aquel famoso de chilena. También el partido con el Barcelona frente al Milan, en San Siro, en el que anoté los tres goles del empate 3-3 (en la Liga de Campeones de la UEFA 2000-01). Y la final del Mundial, en la que participé en las dos jugadas de los goles de Ronaldo. Él hizo los goles, pero yo también salí en la foto (ríe).

A propósito de la selección de 2002, ¿cómo se explica la reacción de aquel equipo, que empezó siendo tan criticado y acabó haciendo una campaña perfecta?
La clasificación se complicó en el último partido contra Venezuela. Fue un momento duro para mí, porque yo era el jugador del que estaba pendiente todo el mundo por la ausencia de Ronaldo. Recuerdo aquel partido contra Colombia en el Morumbi, que ganamos por 1-0 con un gol de Roque Junior muy cerca del final. Nos abuchearon, sacaron los pañuelos… Pero luego nos reunimos lejos de Brasil, el equipo se unió, y los resultados nos acompañaron y nos dieron confianza. A partir de entonces, saltamos al campo relajados.

Imaginamos la inmensa la alegría de ganar aquel título mundial, ¿no?, después de lo que ocurrió en 1998.
Cuando se consigue el título, siempre se habla de la unión de los jugadores, pero en 1998 también había habido unión. Perdimos la final, pero también había habido buena sintonía con Zagallo. Los jugadores estábamos tranquilos, pero al final lo que cuenta es el juego, y perdimos frente a Francia. No quiero ni hablar de lo que pasó con Ronaldo, porque hay mucha gente de la selección de aquella época que utiliza esa disculpa y dice que con él habría sido diferente. En mi opinión, si él hubiera estado al 100%, la derrota habría sido por el estilo, porque jugamos mal. Yo sabía lo que había ocurrido antes, fui a ver a Ronaldo a su cuarto. Pero en cuanto saltamos al campo, olvidamos todo aquello. Si hubiéramos conseguido la victoria, todo el mundo habría dicho que superamos aquel trance; pero como perdimos, todo el mundo recurre a esa vía de escape. Yo recuerdo que salté al campo normalmente, como en los demás encuentros. Francia hizo su mejor partido del Mundial y Zidane marcó dos goles en jugadas a balón parado. Eso nos mató. Además estábamos jugando en su país, y ellos estaban como motos. Si en 2014 Brasil marcara el 1-0 en la final, ya me gustaría ver cómo reacciona el rival. Era la oportunidad de los anfitriones. Ni los propios franceses se figuraban que iban a ganar con dos goles a balón parado en el primer tiempo. Aquella fue la peor derrota. Fue triste, sobre todo por la cantidad de rumores y tonterías que circularon después. Hasta el punto de que mi madre me llegó a preguntar si nos habían pagado algo por perder. La gente no sabe lo que es el sufrimiento de perder una final. Viajamos 10, 12 horas hasta Brasilia; ningún jugador quería hacer eso pero nos obligó el Presidente de la República. El segundo lugar no vale nada aquí en Brasil. La gente nos abucheó, nos insultó; solo dos o tres aplaudían. En otros países es diferente, pero en Brasil tienes la obligación de ganar la Copa Mundial.

Poco después de aquel campeonato del mundo, usted viviría personalmente uno de los mejores momentos de su carrera al ser elegido Jugador del Año de la FIFA en 1999.
Estaba en la mejor edad, 26 años para cumplir 27, la edad en la que los futbolistas están al 100%, el momento en el que todos te respetan. Cuando me llegaba un balón, no me quitaban el ojo de encima. Inspiraba respeto, los marcadores se ponían a dos metros de mí. Hasta me acuerdo de los partidos que jugué después contra el Real Madrid, cuando llegó allí Zidane. El recibía la bola y yo me andaba con pies de plomo. Y lo mismo ocurría conmigo. Cuando me llegaba el balón, sentía que él me respetaba. Sentía ese respeto mutuo. Puedes pasar vergüenza y piensas que es Zidane o Rivaldo y que no puedes con él. Mejor dejarle dominar, ir con cuidado y pasar el balón a otro.

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